jueves, 31 de octubre de 2013

Presupuestos, enmiendas y bobadas

Ayer mismo hablaba en este blog de populismo periodístico, si es que existe el término, pero no hay nada peor que el populismo político y mucho más cuando va acompañado de irresponsabilidad o ignorancia, nunca sabemos qué es peor.

El proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado es bastante tedioso, más aún lo son las enmiendas, sin embargo no deja de ser un ejercicio curioso leer algunas partes sobre las que se tiene algún conocimiento. Y en esa tarea me encuentro al llegar a mis manos una enmienda de Unión Progreso y Democracia.

El partido liderado por Rosa Díez y amenizado por Toni Cantó propone en tres enmiendas sucesivas (páginas 175 y 176 del Boletín de las Cortes Generales número 63-7 de 29 de octubre) disminuir los gastos corrientes de la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo en unos treinta millones de euros: 11.370.000 € que propone destinar a programas de fomento del empleo agrario; 11.000.000 € que destinaría a acciones del subsistema de formación profesional de desempleados que serían gestionadas por instituciones sin ánimo de lucro y 8.500.000 € para planes de reinserción y de mejora de la capacidad de ocupación de los demandantes de empleo.

No suena mal. Si además significa quitarle pelas al FORCEM -que así se llamaba antes la Fundación- mejor, porque eso son pelas para que se las repartan los sindicatos y la patronal.

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Dos ejemplos de la lluvia de noticias al respecto:

http://www.fundaciontripartita.org/almacenV/doc/Noticias/31232_35352013143154.pdf
http://www.fundaciontripartita.org/almacenV/doc/Noticias/24317_161116112012131428.pdf
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Prefiero suponer que UPD con la referida enmienda es consciente de sus consecuencias y conoce los presupuestos de la Fundación Tripartita porque:
  •  La reducción de treinta millones de euros en gastos corrientes supone el práctico desmantelamiento de la Fundación.
  • Si la Fundación queda reducida a la mínima expresión, si no desaparecida, “alguien” tendrá que gestionar los alrededor de ochocientos millones de euros en iniciativas de formación que actualmente controla la FTFE. Y ese “alguien”, supongamos que sea el Servicio Público de Empleo, tendrá irremediablemente que dotarse de recursos técnicos y humanos para absorber ese volumen de trabajo.
  • ¿Sabe UPD lo que cuesta en tiempo y dinero organizar un sistema de gestión similar a la FTFE?
  • Si se resta esa cantidad del presupuesto de funcionamiento de la Fundación, bastante más de cien trabajadores con una antigüedad superior (de media) a los diez años tendrán que ser despedidos e indemnizados (¿lo han cuantificado?) y pasarán a cobrar la prestación por desempleo.
  • La Fundación, sus sistemas informáticos y su estructura de conocimiento han sido financiados con fondos públicos: su destrucción es una pérdida en el activo del Estado y, por lo tanto, de los ciudadanos (aunque de ejemplos como ese vamos sobrados en los últimos tiempos).
Teniendo en cuenta que el presupuesto para políticas activas de empleo es de 4.079 millones de euros, los 30 millones que UPD pretende agregar al capítulo son una cantidad insignificante comparándola con el perjuicio que causaría.
En definitiva, una enmienda que solo puede ser fruto de la irresponsabilidad o de la ignorancia porque si en el programa de gobierno de UPD se incluye la desaparición de la Fundación y otro modelo de gestión de la formación, lo que sería una opción política tan válida y respetable como cualquier otra, los cauces para lograrlo son otros. Eso sí, es una enmienda probablemente popular y molona.
Leyendo esta enmienda -y teniendo la suerte de tener datos para analizarla- me entran sudores fríos al pensar en la ligereza con la que puede llegar a actuar un partido que aspira a convertirse en alternativa.

martes, 29 de octubre de 2013

Un hombre nuevo

Algunos que me conocéis sabéis de mis pocas simpatías por aquel corresponsal de guerra -aquel si me resultaba simpático- que alcanzó la popularidad con Código Rojo, programa de sucesos con barniz de reality y morbo a raudales y que después se reconvirtió en escritor de éxito y columnista. No es extraño que la columna de Pérez Reverte tenga fieles seguidores, pues trasladar al papel lo que se comenta en los cafés con pluma ágil y en tono de ciudadano cabreado y, en ocasiones, con alguna que otra sonora grosería es sin duda una fórmula de éxito facilón. 

Pero tras esa suerte de populismo periodístico hay, a veces, un mensaje, quizá una ideología que se me antoja peligrosa.

La intervención de Pérez Reverte en el programa Salvados de La Sexta probablemente haya caído bien, verdades como puños, dirán algunos. Y es que el mensaje era directo, fácil de compartir y más en los tiempos que corren. Pero utilizando un símil de guerra naval, mundo en el que es tan versado el escritor, el mensaje creo yo que llevaba demasiadas cargas de profundidad, ocultas. Y si no es así, que me perdone la suspicacia. Si no es así, entonces es irresponsable, porque los personajes públicos con capacidad de influir y más aquellos a los que se les presume una vasta cultura tienen una responsabilidad.

Opina Reverte que "perdimos dos ocasiones de oro: en el Concilio de Trento y en la época de la Revolución Francesa", y en esta última "nos faltó lo que sí hubo en otros países, una guillotina". Demasiados años de corresponsal de guerra, D. Arturo.

Pero es otro el comentario que más me hace reflexionar:

"La parte positiva de esto es que si la crisis dura bastante para ser agónica, saldrá un hombre nuevo, pero hará falta una generación nueva, con niños educados de otra forma, en la austeridad...”

Y me pregunto:

¿Es preciso que los españoles lleguemos al límite -qué límite- para renacer como el ave Fénix?

¿Sólo desde la austeridad -forzosa- se puede educar? ¿Esa generación nueva incluye todos los estratos sociales? Porque no a todos los estratos llega su añorada austeridad.

¿Nos está indicando la austeridad como un estado ideal? Si es así ¿qué especie de neoascetismo propugna? Porque si negativa es la cultura del derroche no lo es menos la austeridad como objetivo vital.

Quizá, la respuesta a algunas de estas preguntas la encontremos en la primera parte de la entrevista:

"En otros tiempos, cuando las cosas iban mal, había ideologías que sostenían los ánimos. Ahora no hay líderes y la sociedad está indefensa. No hay una acción coordinada común ni una revolución que permita cambiar las cosas"…"vivimos en un mundo con demasiados mecanismos de anestesia".

La nostalgia es peligrosa y más cuando se convierte en melancolía.

Ideologías existen. El problema que el escritor parece encontrar es que no sean como las de otros tiempos, pero éstas surgieron en un determinado contexto y derramaron mucha sangre. Aunque si añora la guillotina, quizá no le suponga mucho problema.

Puedo compartir que la sociedad está haciendo gala de cierta pasividad y que durante este periodo ha faltado más respuesta social, pero de ahí a llamar a la revolución hay mucha distancia y, sobre todo, muchas formas de actuar.

Es posible que Pérez Reverte comparta algunas máximas que he escuchado en más de una ocasión: “la democracia atontece”, “el estado del bienestar embota, amansa” y entonces caiga en un círculo vicioso: revolución para prosperar y una vez alcanzada la prosperidad ¿vuelta al principio?

Personalmente sigo creyendo en el estado del bienestar y en la democracia. Y sigo creyendo que existen formas de vivir con justicia social sin necesidad de guillotina, sin necesidad de vivir en la austeridad forzada, tan sólo -y no es poco- es preciso honradez y política, entendiendo la política como la noble actividad mediante la cual una sociedad libre, compuesta por hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Esos mecanismos de anestesia que cita el escritor y que, sin duda, son preocupantes -y existen- se combaten en las aulas: formación política e historia, mucha historia.

Como no todo han de ser críticas, algo comparto de lo expresado por Pérez Reverte en su entrevista, eso sí con matices.

“…la aristocracia actual es la clase política, es una casta con privilegios, intocable y que se protege a sí mismaLas élites económicas y políticas son los mismos”.

Hay una diferencia fundamental entre la aristocracia del pasado y la clase política: la primera era marcadamente endogámica, mientras que la clase –me resisto a denominarla clase- política actual no lo es. Tampoco creo que la élite económica y la política sean las mismas, sin embargo su vinculación, tan evidente, se ha mostrado y se está mostrando especialmente perniciosa para la práctica política independiente.

Esa independencia del poder político -emanado de las urnas- con respecto del poder económico es imprescindible para una práctica democrática “sana”. Porque probablemente si los gobiernos hubiesen cumplido sus obligaciones de estado, aquellas para las que están legitimados por el voto de los ciudadanos, no estaría escribiendo estas líneas.

Por último, pido perdón a los seguidores de D. Arturo, pero no puedo evitar que eso de un hombre nuevo nacido de la austeridad y que nos haya faltado la guillotina me suene… pongan ustedes el adjetivo que prefieran.

jueves, 24 de octubre de 2013

Virtudes patrias (I): las herencias recibidas

Mucho se ha hablado a lo largo de la gestión de esta crisis económica que nos azota sobre la necesidad de acometer reformas. Reformas de todo tipo: estructurales, laborales, fiscales, de la banca, del sistema de pensiones y de todo aquello que de alguna forma tenga que ver con el entramado económico del país. Sobre cómo se hayan llevado a cabo y sobre su repercusión social habría mucho que hablar, pero no es eso lo que hoy inspira estas líneas.

Ha amanecido lloviendo, el otoño por fin parece querer barrer los restos del verano. El otoño tiene fama de estación triste pero es, sin embargo, una estación con sabor a comienzo, a buenos propósitos: se acaba el letargo estival, porque en estas latitudes el letargo es más estival que invernal, comienza el curso, aparecen los coleccionables por fascículos y se inician planes, muchos planes. Y este año, además, el otoño comienza con anuncios de recuperación económica. Unos se lo creen más que otros; unos lo atribuyen a las reformas emprendidas, otros no. 

Estos días lluviosos, íntimos invitan a la reflexión. Y entre los augurios de recuperación y la lista de reformas emprendidas me pregunto si alguien se acordado de la reforma de las actitudes. Porque Lehman Brothers, Bankia, el ladrillo, los activos tóxicos, las subprime, su prima -la de riesgo- y demás familia han sido como de casa: a todas horas presentes en todas las pantallas, de la televisión, del Facebook y del smartphone, en las conversaciones del café y de las cañas y quizá en alguna más. Tan presentes han estado que quizá nos hayan hecho olvidar que de tarde en tarde hay que mirarse en el espejo y no para repasar el orden de los cabellos, sino para mirarnos a los ojos y repasar el orden de las actitudes.

Y me pregunto si alguien se ha acordado de la reforma de las actitudes porque por muchas reformas estructurales que hagamos, mientras no cambiemos algunas de las conductas con las que afrontamos el devenir de nuestros días, España alcanzará la ansiada recuperación porque todas las tormentas pasan, pero nunca será ese país que todos deseamos. Nunca podrá medirse con esas democracias que están en la mente de muchos.

Los españoles somos generosos, heroicos a veces, solidarios, alegres, hospitalarios, imaginativos: somos un gran pueblo, dicho sea sin sombra de ironía. Pero al igual que Rodrigo Díaz y el hidalgo Alonso Quijano están en nuestro imaginario, también lo están Lázaro, don Pablos y la sociedad de Vetusta. Cara y cruz.

Haremos reformas estructurales, sí, pero si mantenemos nuestros hábitos picarescos, la maledicencia, la envidia y otras virtudes patrias, amén de nuestra particular manera de interpretar lo fiscal y lo político, difícilmente llegaremos a los estados de bienestar social tan deseados y admirados. 

Cada una de nuestras características del lado oscuro daría para escribir no una página sino ciento. Pero en estos días, por motivos que no vienen al caso aunque algunos los intuyan, me llama particularmente la atención la gestión que hacemos del relevo o de la derrota y la victoria.

No deja de ser llamativo cómo cambia la conjugación –en lo que a persona se refiere- de los verbos según sean los resultados alcanzados: hemos ganado – han perdido. Y esto, más allá de la anécdota, indica una gran facilidad para desvincularnos del fracaso o de la contrariedad, con lo que conlleva de tendencia a eludir los esfuerzos colectivos para superar los resultados adversos.

Y tras cambiar el verbo de persona, la secuencia continúa con la búsqueda del culpable. Siempre se busca un culpable antes que analizar las causas de la contrariedad. Hallado el chivo expiatorio todo resulta más fácil aunque nunca lleguemos a saber qué ha ocasionado el fracaso.

Después, la limpia: todo lo anterior es necesariamente malo. Es preciso segar lo sembrado por el culpable sin reparar si en el sembrado todo es hierba fútil o si hay algunos feraces plantones.

Por último, la herencia recibida. Las dificultades, la debilidad y, a veces, la incapacidad se excusan con las herencias recibidas con la misma insistencia con la que los oficiales de las SS lo hicieron con la obediencia debida. Endeble liderazgo el que se construye desde el parapeto del pasado.

Y lo triste de esta caricatura de la muy hispana gestión de la derrota, la victoria o el relevo, no es la bajeza moral con la que en ocasiones se actúa, ni siquiera la debilidad que evidencia sino las consecuencias económicas y de obstáculo al progreso colectivo.

Este modus operandi tan nuestro conlleva dispendios en la destrucción y posterior creación de estructuras y procedimientos; un análisis deficiente o sesgado de los resultados adversos, clave de un futuro más halagüeño, y pérdida de conocimiento y capital humano. Algo que nuestras empresas, organizaciones e instituciones no deberían permitirse en aras del futuro próspero que deseamos tras este oscuro túnel que tan alto precio está costando a la sociedad española.

jueves, 17 de octubre de 2013

La mirada de un niño

No soy dado a las efemérides, pero hoy, por casualidad, leo que un 16 de octubre de 1986 Reinhold Messner pisó la cumbre de su decimocuarto ochomil, el Lhotse. Se convertía así en la primera persona en ascender a las catorce cumbres de más de ocho mil metros existentes.

Mucho ha nevado desde entonces y más sobre aquellas lejanas cumbres. Desde que la expedición de Maurice Herzog conquistó el primer ochomil, el Annapurna, el Himalaya y el Karakorum han sido escenario de muchos hitos en la historia del montañismo: Hillary y Tensing ascendieron por primera vez al Everest, el más alto; también Messner fue el primero en coronar el Everest sin ayuda de oxígeno; Edurne Pasabán, primera mujer en ascender a los catorce ochomiles y en estos días Carlos Soria encamina sus esfuerzos para ser el primer veterano con más de sesenta años que corona los catorce ochomiles.

Hitos en la historia del montañismo, hitos en la historia del deporte en general e hitos en esa carrera del ser humano hacia el desconocido confín de sus límites.

Tuve la suerte de conocer hace bastantes años a Reinhold Messner: le recuerdo enjuto, fibroso, de tez curtida por las inclemencias de la montaña, pero le recuerdo sobre todo sencillo, muy sencillo intentando comprender y hacerse comprender con los rudimentos de un inglés que casi ninguno dominábamos. Con Carlos Soria tuve más contacto: cuando se le encontraba por la Sierra del Guadarrama compartía chascarrillos, experiencias y, si se terciaba, el bocadillo de chorizo con todos, montañeros de niveles y edades bien dispares.

Personas que han hecho y hacen historia del deporte. Personas que son ejemplo de superación y esfuerzo. Personas que han alcanzado la fama por su tesón como cualquier deportista de élite, aunque con algunas diferencias, sobre todo en los medios iniciales y, más aún, en los ceros de la cuenta bancaria. Porque en lo mediático no cabe siquiera la comparación.

Pero si refiero todo esto no es para vanagloriarme por quién tuve la suerte de conocer, pues no hay
mérito alguno en ello, sino simples circunstancias. Lo refiero porque no olvido una mirada de un niño: en aquellos ojos había ilusión, súplica, emoción y desesperación. El niño gritaba un nombre. Tampoco olvido otra mirada, la de un adulto, indolente, al frente, tras el cristal de un autobús, uno de esos autobuses altos, grandes, de lujo, imponentes, que serigrafiados con los emblemas de un equipo de fútbol transportan unos cuantos cientos de millones de euros en carne de deportista. Imagino cómo hubiese cambiado la mirada del niño si aquel adulto hubiese tan solo girado levemente la cabeza, cruzado una mirada y esbozado una sonrisa. Algún grave tortícolis impidió la magia que torna la súplica en infantil felicidad. Un tortícolis de vanidad y prepotencia.

jueves, 10 de octubre de 2013

Símbolo OEX

Demasiadas notas, mi querido Mozart” cuentan que le dijo el archiduque Fernando a Mozart en el estreno de las Bodas de Fígaro.

Demasiados símbolos, mi querida OEX.

El escenario del Palacio de Congresos estaba repleto. Tocaban la Orquesta de Extremadura y la Orquesta Joven unidas en una inmensa Sexta Sinfonía de Mahler. Como inmensa era la emoción de los aplausos que hicieron vibrar las estructuras del Palacio y anudaron más de una garganta durante varios minutos. La interpretación fue buena, muy buena, quizá magistral, no lo sé porque, sinceramente, no disfruté del concierto. Aquellos aplausos no eran sólo un premio, eran despedida, reivindicación, rabia, esperanza porque el acorde final de la Sexta sonaba más a final que nunca. Era el 5 de julio de 2012.

Aquel 5 de julio era el colofón de una temporada convulsa, llena de incertidumbres y despropósitos políticos, con su acorde final como la Sexta “… y, chimpún, se acabó la orquesta.” (Presidente del Gobierno de Extremadura), solo que en lugar de a sinfonía este acorde sonaba a fanfarria chulapona, prepotente y desafinada.

Y mientras algunos quitaban importancia a la cosa porque al fin y al cabo “…está compuesta por gente del este” (Consejero de Economía), los músicos y sus familias, algunos, pocos, extremeños y los demás, del este, del oeste, del norte o del sur, inmigrantes en Extremadura, dejan en esta tierra su consumo, sus impuestos y su música y, sobre todo, sus vidas que un día decidieron construir en este solar.

Se sucedieron las reuniones y las movilizaciones y quedaba esperar la fumata de la última reunión para saber si Extremadura seguía teniendo orquesta o si cincuenta músicos se iban con su música -y su empleo- a otra parte.

El humo fue gris claro aunque, después de lo pasado, tuvo sabor a fumata blanca: la temporada sería más modesta y los integrantes de la orquesta se reducirían el salario.

Dice el diccionario que un símbolo es aquello que representa una realidad o un concepto por analogía o por convención en virtud de los rasgos que se asocian a tal realidad o concepto. La Orquesta de Extremadura se convirtió en símbolo de demasiadas realidades durante aquella temporada 2011 – 2012 porque simbolizó lo que sucede cuando se aúnan bisoñez, poder, ansia de revancha y escasa sensibilidad por la cultura en un gobierno; fue símbolo de profesionalidad, interpretando magistralmente aun en medio de la tormenta; simbolizó el poder de la constancia, de la movilización y de la razón. Fue símbolo del cariño de la sociedad extremeña por una de sus instituciones culturales, símbolo del apoyo ciudadano.

Símbolo de la solidaridad entre orquestas de toda España, que se mantiene. El 23 de septiembre lo revivimos en la Plaza de la Soledad de Badajoz y, simultáneamente, en muchas ciudades de España.

En medio de la orgía de ajustes y recortes, la OEX fue para muchos un último símbolo de resistencia. Había quién decía: “Como nos la quiten también..."; “Por lo menos la Orquesta que no caiga…

Simbolizó también los riesgos de una ideología: “si quieren cultura que la paguen” y constituyó un ejemplo inequívoco de quién paga sea quien sea el artífice del problema, porque ni los músicos originaron la crisis -como no la ha originado la mayoría de la sociedad- ni decidieron cómo se gestionaba la OEX, pero sí fueron los que estuvieron en situación de expediente de regulación de empleo y sí han sido los que han visto reducido su salario.

Pero la Orquesta de Extremadura también es y seguirá siendo un símbolo del progreso que la actividad cultural extremeña ha experimentado en las últimas décadas. Aún recuerdo la avidez con la que corríamos a comprar las entradas del López cuando se anunciaba la presencia de una orquesta, fuese cual fuese su calidad y renombre. O las escapadas -cuando se podía- al Auditorio Nacional, si es que se quería disfrutar de música en directo. Entonces, pocos pensábamos en que Extremadura tuviese su propia temporada de conciertos con una orquesta propia. Una Orquesta capaz de codearse con cualquiera, con su historial de grabaciones, algunas extraordinarias -no me canso de escuchar el Concierto para Violín de Freitas Branco con Da Costa como solista-. Pocos pensábamos en escuchar a Ara Malikian, a Joaquín Achúcarro o a María Joao Pires acompañados por nuestra orquesta; ni a Ros Marbá o a Cristóbal Halffter dirigiéndola.

Sí, demasiados símbolos en el pentagrama de aquella temporada 2011-2012. Demasiadas fusas y corcheas que nadie deseaba para llenar un compás que no necesitaba más que una nota redonda y plena de progreso y madurez cultural. La temporada pasada transcurrió sin sobresaltos y hoy comienza otra. ¡Que la Orquesta de Extremadura siga así, sin demasiados símbolos, que con su calidad no los necesita!

martes, 8 de octubre de 2013

"Sólo el que sabe es libre"


Cuando el aire de las mañanas empieza a sentirse fresco, el olor cálido del café que escapa por la puerta entreabierta de las cafeterías resulta evocador, acogedor.

- Buenos días.

- Buenos días. ¿Cortadito?

- Si, gracias, como siempre.

- ¿Tostadita?

- Hoy no, gracias. ¿El periódico…?  (¿O debería haber pedido el periodiquito?)

- Allí

- Vale, gracias.

Leo:“La juez de lo Mercantil y su marido, también magistrado, cruzan denuncias”; “La Fiscalía lamenta que religiosas no quieran colaborar en 12 casos de bebés robados”; “Se entrega tras matar a su novia de 14 años en Lérida”; “La ONU enviará a Siria cien expertos en armas químicas”; “Recuperados ya 231 cuerpos de las aguas de Lampedusa”. Sigo leyendo, cansado, pero sigo leyendo: “El marido de Cospedal acumula cargos La exministra en Iberdrola”; “Magdalena Álvarez declara por el caso de los ERE”; “Los recortes llegan a las mutuas de los funcionarios”.

El informe PISA para adultos sitúa a España en el último lugar en conocimientos matemáticos y en el penúltimo en comprensión lectora.

¿En comprensión lectora? ¿Y no será un mecanismo de defensa? Porque a mí casi se me corta la leche del cortado y miren que es corta la cantidad.

Ironías aparte, quizá no deban sorprender tanto estos datos en un país donde cada cambio de gobierno lleva aparejada una nueva Ley de Educación.

Pero puestos a imaginar, en lugar de un mecanismo de defensa -propio-, también podría ser un mecanismo de control -externo-. En semejantes puestos del informe PISA, no es de extrañar que descifrar la factura de la luz se convierta en misión imposible. Ni que extraer el verdadero trasfondo de ciertas noticias y mucho menos compararlas con hechos históricos sea algo al alcance de cada vez menos lectores.

La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.” (Nelson Mandela)  y Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe…Sólo la cultura da libertad…No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura. ” (Pablo Unamuno). Pero mientras, un poquito menos de historia, algo menos de filosofía, menos aún de latín y del temario de Educación para la Ciudadanía eliminamos las referencias a la pobreza en el mundo y la falta de acceso a la educación como fuente de pobreza.

Nada que no se solucione con introducir el emprendimiento en la escuela, que libertad y liberalismo (o neoliberalismo ) proceden de la misma raíz. Y para el que no emprenda… Arbeit macht frei.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Honestidad y lenguaje en tiempos de crisis

El primer post de Facebook que leía esta mañana hablaba de tristeza. De la tristeza que provoca la emigración. Porque cuando uno parte en busca de trabajo hacia tierras más o menos lejanas se llama emigrar.

Pero no es de emigración de lo que pensaba escribir, sino de honestidad. Otra vez: hace poco escribía sobre honestidad cuando rememoraba la olla aranesa, hablaba de la honestidad de un guiso. Quizá su relectura me cause cierto sonrojo pues temo haber banalizado el término hablando de temas tan prosaicos cuando lo deshonesto inunda tantas cuestiones mucho más trascendentes.

No sabría decir si la ciudadanía española está desesperanzada, cabreada, deprimida, de todo un poco o si unos, una cosa y otros, otra. Pero de lo que estoy casi seguro es de que el sentimiento de hartazgo ante la manipulación descarada de la información y del lenguaje es general. O dicho de forma más ramplona: harta de la tomadura de pelo.

La gran mayoría de los españoles no merece pagar el precio que está pagando por esta crisis. Pero sea porque no haya más remedio, sea porque en esta tierra se escribió El Quijote y algo de carácter imprime, sea porque se haya instaurado cierto conformismo o sea por cualquier otro motivo, lo cierto es que la ciudadanía paga y aguanta. También la ciudadanía puede haber aceptado la necesidad de muchos ajustes; otra cuestión es la forma y la orientación de esas reformas. Pero nada de ello debería ser óbice para que sea tratada con respeto.

Y con respeto me refiero a no ser engañada ni tratada por imbécil. Esta misma mañana en la emisora estatal se afirmaba que el paro, este mes de septiembre, "ha subido un sesenta y dos por ciento menos que el septiembre pasado". Así, si quiere usted saber el dato objetivo, primero averigüe el porcentaje de septiembre de 2012, luego halle el sesenta y dos por ciento de ese porcentaje, reste… y siga operando hasta que encuentre el dato buscado, suponiendo que no se haya aburrido antes. Pero un sesenta y dos por ciento menos que el septiembre pasado suena mejor que 25.572 parados más ¿no? Dado el dato ya se podrían hacer valoraciones y comparaciones pero primero lo objetivo y después lo subjetivo, al menos eso sería lo honesto.

Igual que movilidad exterior -así lo denominó la ministra- para referirse a la emigración no es un eufemismo y mucho menos, un tecnicismo: es una falta de respeto a todos los españoles y, muy especialmente, a quienes han tenido que emigrar y a sus familias. Y para endulzar un poco más el eufemismo, algunos cantan las ventajas de la movilidad en términos de enriquecimiento personal y experiencia. No pueden ponerse en duda esos argumentos: conocer otras realidades enriquece, pero es la persona quien debe elegir el momento y no las circunstancias.

Si hay que emigrar, se emigra. Si hay que reformar las pensiones, se reforman, pero un IPC del 1,5 % y una subida del 0,25% es una bajada en cualquier tierra donde el pan se llama pan y el vino se llama vino. Esa misma tierra que tiene un idioma que llama caridad a la caridad y solidaridad a la solidaridad, porque no son lo mismo; un idioma que llama recesión al crecimiento negativo, porque lo de crecer hacia abajo está complicado; un idioma que llama subir –los impuestos- al gravamen adicional o que llama abaratar –el despido- a flexibilizar el mercado laboral.

La situación es complicada, muy complicada. Hacer política (política de verdad) en estas circunstancias es difícil, muy difícil, pero respetar no es tan difícil, tan solo requiere honestidad –y humanidad- .

Y si eso es difícil de entender, entonces hay que practicar movilidad política… que puestos a ser finos, también sabemos.