jueves, 10 de octubre de 2013

Símbolo OEX

Demasiadas notas, mi querido Mozart” cuentan que le dijo el archiduque Fernando a Mozart en el estreno de las Bodas de Fígaro.

Demasiados símbolos, mi querida OEX.

El escenario del Palacio de Congresos estaba repleto. Tocaban la Orquesta de Extremadura y la Orquesta Joven unidas en una inmensa Sexta Sinfonía de Mahler. Como inmensa era la emoción de los aplausos que hicieron vibrar las estructuras del Palacio y anudaron más de una garganta durante varios minutos. La interpretación fue buena, muy buena, quizá magistral, no lo sé porque, sinceramente, no disfruté del concierto. Aquellos aplausos no eran sólo un premio, eran despedida, reivindicación, rabia, esperanza porque el acorde final de la Sexta sonaba más a final que nunca. Era el 5 de julio de 2012.

Aquel 5 de julio era el colofón de una temporada convulsa, llena de incertidumbres y despropósitos políticos, con su acorde final como la Sexta “… y, chimpún, se acabó la orquesta.” (Presidente del Gobierno de Extremadura), solo que en lugar de a sinfonía este acorde sonaba a fanfarria chulapona, prepotente y desafinada.

Y mientras algunos quitaban importancia a la cosa porque al fin y al cabo “…está compuesta por gente del este” (Consejero de Economía), los músicos y sus familias, algunos, pocos, extremeños y los demás, del este, del oeste, del norte o del sur, inmigrantes en Extremadura, dejan en esta tierra su consumo, sus impuestos y su música y, sobre todo, sus vidas que un día decidieron construir en este solar.

Se sucedieron las reuniones y las movilizaciones y quedaba esperar la fumata de la última reunión para saber si Extremadura seguía teniendo orquesta o si cincuenta músicos se iban con su música -y su empleo- a otra parte.

El humo fue gris claro aunque, después de lo pasado, tuvo sabor a fumata blanca: la temporada sería más modesta y los integrantes de la orquesta se reducirían el salario.

Dice el diccionario que un símbolo es aquello que representa una realidad o un concepto por analogía o por convención en virtud de los rasgos que se asocian a tal realidad o concepto. La Orquesta de Extremadura se convirtió en símbolo de demasiadas realidades durante aquella temporada 2011 – 2012 porque simbolizó lo que sucede cuando se aúnan bisoñez, poder, ansia de revancha y escasa sensibilidad por la cultura en un gobierno; fue símbolo de profesionalidad, interpretando magistralmente aun en medio de la tormenta; simbolizó el poder de la constancia, de la movilización y de la razón. Fue símbolo del cariño de la sociedad extremeña por una de sus instituciones culturales, símbolo del apoyo ciudadano.

Símbolo de la solidaridad entre orquestas de toda España, que se mantiene. El 23 de septiembre lo revivimos en la Plaza de la Soledad de Badajoz y, simultáneamente, en muchas ciudades de España.

En medio de la orgía de ajustes y recortes, la OEX fue para muchos un último símbolo de resistencia. Había quién decía: “Como nos la quiten también..."; “Por lo menos la Orquesta que no caiga…

Simbolizó también los riesgos de una ideología: “si quieren cultura que la paguen” y constituyó un ejemplo inequívoco de quién paga sea quien sea el artífice del problema, porque ni los músicos originaron la crisis -como no la ha originado la mayoría de la sociedad- ni decidieron cómo se gestionaba la OEX, pero sí fueron los que estuvieron en situación de expediente de regulación de empleo y sí han sido los que han visto reducido su salario.

Pero la Orquesta de Extremadura también es y seguirá siendo un símbolo del progreso que la actividad cultural extremeña ha experimentado en las últimas décadas. Aún recuerdo la avidez con la que corríamos a comprar las entradas del López cuando se anunciaba la presencia de una orquesta, fuese cual fuese su calidad y renombre. O las escapadas -cuando se podía- al Auditorio Nacional, si es que se quería disfrutar de música en directo. Entonces, pocos pensábamos en que Extremadura tuviese su propia temporada de conciertos con una orquesta propia. Una Orquesta capaz de codearse con cualquiera, con su historial de grabaciones, algunas extraordinarias -no me canso de escuchar el Concierto para Violín de Freitas Branco con Da Costa como solista-. Pocos pensábamos en escuchar a Ara Malikian, a Joaquín Achúcarro o a María Joao Pires acompañados por nuestra orquesta; ni a Ros Marbá o a Cristóbal Halffter dirigiéndola.

Sí, demasiados símbolos en el pentagrama de aquella temporada 2011-2012. Demasiadas fusas y corcheas que nadie deseaba para llenar un compás que no necesitaba más que una nota redonda y plena de progreso y madurez cultural. La temporada pasada transcurrió sin sobresaltos y hoy comienza otra. ¡Que la Orquesta de Extremadura siga así, sin demasiados símbolos, que con su calidad no los necesita!

No hay comentarios:

Publicar un comentario