miércoles, 2 de octubre de 2013

Honestidad y lenguaje en tiempos de crisis

El primer post de Facebook que leía esta mañana hablaba de tristeza. De la tristeza que provoca la emigración. Porque cuando uno parte en busca de trabajo hacia tierras más o menos lejanas se llama emigrar.

Pero no es de emigración de lo que pensaba escribir, sino de honestidad. Otra vez: hace poco escribía sobre honestidad cuando rememoraba la olla aranesa, hablaba de la honestidad de un guiso. Quizá su relectura me cause cierto sonrojo pues temo haber banalizado el término hablando de temas tan prosaicos cuando lo deshonesto inunda tantas cuestiones mucho más trascendentes.

No sabría decir si la ciudadanía española está desesperanzada, cabreada, deprimida, de todo un poco o si unos, una cosa y otros, otra. Pero de lo que estoy casi seguro es de que el sentimiento de hartazgo ante la manipulación descarada de la información y del lenguaje es general. O dicho de forma más ramplona: harta de la tomadura de pelo.

La gran mayoría de los españoles no merece pagar el precio que está pagando por esta crisis. Pero sea porque no haya más remedio, sea porque en esta tierra se escribió El Quijote y algo de carácter imprime, sea porque se haya instaurado cierto conformismo o sea por cualquier otro motivo, lo cierto es que la ciudadanía paga y aguanta. También la ciudadanía puede haber aceptado la necesidad de muchos ajustes; otra cuestión es la forma y la orientación de esas reformas. Pero nada de ello debería ser óbice para que sea tratada con respeto.

Y con respeto me refiero a no ser engañada ni tratada por imbécil. Esta misma mañana en la emisora estatal se afirmaba que el paro, este mes de septiembre, "ha subido un sesenta y dos por ciento menos que el septiembre pasado". Así, si quiere usted saber el dato objetivo, primero averigüe el porcentaje de septiembre de 2012, luego halle el sesenta y dos por ciento de ese porcentaje, reste… y siga operando hasta que encuentre el dato buscado, suponiendo que no se haya aburrido antes. Pero un sesenta y dos por ciento menos que el septiembre pasado suena mejor que 25.572 parados más ¿no? Dado el dato ya se podrían hacer valoraciones y comparaciones pero primero lo objetivo y después lo subjetivo, al menos eso sería lo honesto.

Igual que movilidad exterior -así lo denominó la ministra- para referirse a la emigración no es un eufemismo y mucho menos, un tecnicismo: es una falta de respeto a todos los españoles y, muy especialmente, a quienes han tenido que emigrar y a sus familias. Y para endulzar un poco más el eufemismo, algunos cantan las ventajas de la movilidad en términos de enriquecimiento personal y experiencia. No pueden ponerse en duda esos argumentos: conocer otras realidades enriquece, pero es la persona quien debe elegir el momento y no las circunstancias.

Si hay que emigrar, se emigra. Si hay que reformar las pensiones, se reforman, pero un IPC del 1,5 % y una subida del 0,25% es una bajada en cualquier tierra donde el pan se llama pan y el vino se llama vino. Esa misma tierra que tiene un idioma que llama caridad a la caridad y solidaridad a la solidaridad, porque no son lo mismo; un idioma que llama recesión al crecimiento negativo, porque lo de crecer hacia abajo está complicado; un idioma que llama subir –los impuestos- al gravamen adicional o que llama abaratar –el despido- a flexibilizar el mercado laboral.

La situación es complicada, muy complicada. Hacer política (política de verdad) en estas circunstancias es difícil, muy difícil, pero respetar no es tan difícil, tan solo requiere honestidad –y humanidad- .

Y si eso es difícil de entender, entonces hay que practicar movilidad política… que puestos a ser finos, también sabemos.

1 comentario:

  1. Soy el de la tristeza de la emigraciòn, el absolutamentedeacuerdo como lector y el que desea que esta olla expres silve por lo menos. Lo de Extremadura es para sacarlos a gorrazos y es un gobierno minoritario ... ¿ A que esperan ?. El cinismo del lenguaje es insultante, nos toman por tontos, pero no lo somos. Gracias por el post

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